A ritmo de pasodoble salió ayer al escenario de la pista de La Exposición Jaime Urrutia que, lejos de cantar al calor del amor en un bar, como proclamaba antaño, tuvo que enfrentarse a la frialdad de un público un tanto desmotivado por las restricciones que impone el coronavirus. Ni emoción, ni conversación, ni copitas, sino hieratismo, distancias y mascarillas. Solo algunos se atrevieron a aplaudir los acordes de las guitarras y a mover los pies en sus sillas.
El exlíder de Gabinete Caligari se encontró, también él, con un patio de butacas vacío en buena parte, con la paradoja de que varias decenas de personas se movían a ritmo de su música y coreaban algunos de sus estribillos desde el otro lado de la alambrada, cuando al fondo había una decenas de sillas completamente vacías, una escena que se viene repitiendo en casi todas las actuaciones programadas. Ni la nostalgia de los ochenta consiguió llenar.
Comenzaron sonando ‘Delirios de grandeza’ y ‘¿Dónde estás?’ , aunque lo más aplaudido fueron los temas clásicos del Gabinete, que se fueron alternando con los de su carrera en solitario. ‘Cuatro rosas’ y ‘Al calor del amor en un bar’ no se hicieron esperar, pero ese calor es imposible en estas circunstancias. El público disfrutó de las canciones y del sonido de una banda bien ajustada y que cumplió con creces pero sin alardes y sin sorpresas.
A Jaime Urrutia le respetó la meteorología y cumplió con lo que se esperaba, parco en palabras como siempre y sin apenas guiños ni concesiones fue encadenando sus temas que dejaron con buen sabor de boca al público, que se pudo despedir de esta edición de La Mar de Ruido pero que se queda con mal sabor de boca por lo que pudo haber sido y no fue.